Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

jueves, agosto 31, 2006

Nuevos datos para la historia de la industria textil en la Comarca Lagunera

La producción algodonera del Nazas y del distrito de Parras sufrió una fuerte depresión cuando, a partir de 1825, se permitió la importación de materiales y confecciones extranjeros de algodón.[i] En 1830, no obstante lo anterior, encontramos un renovado interés en la siembra y aprovechamiento del algodón, cuando el Banco de Avío envió al gobierno de Durango un cuestionario relacionado con el fomento al algodón, entre otras materias primas.[ii] Según se infiere de lo que declara José Leonardo Flores en 1831, en ese año todavía no existían en Durango fábricas textiles mecanizadas.[iii]

Dados los apoyos gubernamentales y la abundante producción de algodón, se instaló la primera fábrica textil mecanizada de Durango, y se instaló en Mapimí, en la Comarca Lagunera.
De esta manufacturera nos dice en 1848 la Memoria de Salcido:

“Tenemos ya en el Estado cinco fábricas de los tegidos ordinarios de algodón que con el nombre de manta tienen tanto consumo, y en dos de ellas, se fabrican también zarapes y otros tegidos gruesos de lana.

El primero de estos establecimientos se planteó en Mapimí por cuenta de los Sres. Urruticoecheas. No se han recibido noticias de su estado, pero sin duda es el de menor importancia en cuanto a sus productos, aunque tiene el mérito de ser el más antiguo”.

Efectivamente, en 1833 el gobernador de Durango, Basilio Mendarosqueta, le envió un oficio a Carlos García, Secretario de Relaciones Exteriores, para comunicarle que le había expedido pasaporte a Domingo Urruticoechea, originario de España, para que pudiera trasladarse a los Estados Unidos.[iv]

Sabemos que Domingo Urruticoechea estaba casado con María Concepción Aranda, y que residía en Mapimí, donde ambos bautizaron a su hija María Ignacia Jacoba “Urruticochea” el 12 de agosto de 1838.[v] Es decir, pudo evitar la expulsión de extranjeros españoles y se quedó en Mapimí. De esa época debe datar su manufacturera textil. Sabemos que los Urruticoechea dejaron descendencia y que ésta enlazó con otras familias, porque el 9 de julio de 1855, el señor Casimiro González le participaba al señor Francisco Gómez Palacio que el 30 de junio de ese año había fallecido su esposa, Carmen Urruticoechea.[vi]

Por otra parte, esta fábrica mecanizada de hilados y tejidos de algodón seguía activa en 1855. Una carta fechada en Mapimí el 26 de marzo de ese año firmada por José Roberto Jameson y dirigida al Lic. Francisco Gómez Palacio indica que se le enviaba a éste once tercias de manta “de esta fábrica, son siete mil treinta y una varas y seis cuartas (7031. ¾) en 220 piezas”.[vii]

De esta manera, la fábrica mecanizada de hilados y textiles de los Urruticoechea de Mapimí, que ya en 1848 era tenida por la “más antigua” de las fábricas de hilados y tejidos de algodón mecanizadas del estado de Durango, debe ser considerada la primera en su tipo en la Comarca Lagunera. La Estrella de Parras, fue fundada en fecha posterior, en 1857 y en 1870 fue adquirida por la sociedad Madero y Compañía.[viii]

[i] Saravia, Minucias, 1956, p. 277.
[ii] Ibid., p. 271.
[iii] Ibid., pp. 271, 276.
[iv] Oficio de Basilio Mendarosqueta, gobernador de Durango a Carlos García, ministro de relaciones exteriores. Comunica que se expidió pasaporte a Domingo Urruticoechea, originario de España para que se traslade a Estados Unidos. AGN, Movimiento Marítimo, Pasaportes y Cartas de Seguridad, volumen 036, sección II, 1833/11/08-1833/12/27, fojas 125-126, Durango, México.
[v] Santos de los Últimos Días (SUD). Microfilm C648633, parroquia de Santiago Apóstol de Mapimí, libro de bautismos 1828-1853.
[vi] Participación de defunción del 9 de julio de 1855. AHJAE, FGP, caja 3, folder 19, documento 4, 1 f.
[vii] Notificación de José Roberto Jameson al Lic. Francisco Gómez Palacio, Mapimí, 26 de marzo de 1855. AHJAE, FGP, caja 3, folder 15, documento 9, 1 f.
[viii] El Siglo de Torreón, 15 de septiembre de 1932.

Sobre el "País de La Laguna"

Como todos sabemos, Torreón es una ciudad que apenas el año próximo cumplirá su primer centenario de existencia como tal. Su municipio fue fundado el 24 de febrero de 1893, cuando la Congregación del Torreón fue elevada al estatus de villa. Y esta población ha estado habitada de manera ininterrumpida desde 1852, año más, año menos. En 2007 Torreón cumplirá 100 años como ciudad y 114 como municipio.

No deja de llamar la atención del historiador cultural que en 1932, las clases dirigentes de Torreón decidieron que la cronología de la población iniciaría en 1907 y no en 1893. Cosa extraña, pues ordinariamente es la creación del municipio la fecha que se festeja como inicio de cualquier población. La creación del municipio es el reconocimiento de la mayoría de edad de una población, y como a tal se le otorga la facultad de gobernarse a sí misma.

No obstante lo anterior y como mencionamos más arriba, las clases dirigentes, que en Torreón han sido siempre las económicas, no las políticas, decidieron celebrar las “bodas de plata” de Torreón, 1907-1932.

Este es uno de los muchos signos que los torreonenses hemos dado de que queremos una historia a nuestra medida, una que sea realmente nuestra y en la cual seamos protagonistas y no simples actores secundarios. Entre 1907 y 1932 hubo un sentimiento de ruptura, una sensación de vivir tiempos nuevos que resultó ser muy semejante a la que tuvieron los hombres del renacimiento cuando inventaron (acotaron) la Edad Media: se percibieron y asumieron diferentes. Al igual que el legendario Tlacaélel, ministro de los reyes mexica, los torreonenses decidimos romper con el pasado verdadero para crearnos una imagen mítica. Nuestra ciudad nació grande, adulta, poderosa, nunca fue rancho ni villa. Queremos vernos en el espejo como gente de grandes esfuerzos.

Desde luego, esta actitud chauvinista puede cambiar nuestra percepción y valoración de la historia del entorno. Los torreonenses —y algunos historiadores a la lejanía— piensan que La Laguna es un fenómeno económico, demográfico y cultural (por la construcción de la identidad) reciente.

Los testimonios documentales nos dan una visión de la realidad histórica muy diferente. Esta visión la he plasmado en el libro que lleva por título La Comarca Lagunera, constructo cultural. Economía y fe en la configuración de una mentalidad multicentenaria. En este texto podemos comprender que La Laguna tiene una historia que se remonta al siglo XVI, con la llegada de los colonos españoles, los misioneros jesuitas y los colonos tlaxcaltecas, indios de otras etnias y desde luego, negros. Es entonces cuando inicia la construcción de la civilización occidental con elementos regionales: una agricultura comercial muy propia que incluía la vid desde el siglo XVI, y al algodón desde el XVIII. La ganadería jugó asimismo un papel importante. Hay una dinámica intergeneracional cultural y económica que constituye el contexto para el surgimiento de Torreón. Sin ese contexto, Torreón no se explicaría. No es Torreón el que creó a La Laguna, es La Laguna la que permitió el surgimiento de Torreón.

Hoy solamente quiero referirme a una realidad que he mencionado en varios libros. Quiero hablar sobre la conciencia que tenían los habitantes de estas tierras de vivir en una región que ya estaba más que definida en los siglos XVII y XVIII: el llamado País de La Laguna. Desde luego, no se trataba de una mera ubicación espacial dentro de ciertas tierras o en la cercanía de ciertas aguas. La Laguna representaba toda una manera de percibir el mundo, una manera de relacionarse con los medios de producción, una manera de identificar a los semejantes y también de tomar distancia de la barbarie, de la alteridad de los indios “gentiles” belicosos.
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Un documento parrense de 1791 dice a la letra:

“El antiguo, hermoso y dilatado abundante País, conocido como emos dicho, por Laguna de Parras, o Bolsón de Mapimí, fue havitado hasta el siglo pasado por muchas naciones de yndios reducidos por quatro misioneros jesuitas, y en el año de 1645 se erigieron en él dos beneficios , curatos colatibos; el que existe actualm[en]te se llama Parras, y el otro, a treinta o quarenta leguas al norte en lo interior del Bolsón, conocido entonces por Curato de S[a]n Pedro o S[a]n José de las Habas, y tubo éste efectivam[en]te dos curas colados consecutivos, D. Juan Soltero Franco y Dn. Vicente Martínez Rico, a quienes siguieron varios ynterinos hasta el año de 1693 en que, agregándose a Parras el territorio, se recojieron a sus orillas y al cuidado de los jesuitas los yndios llamados Cabezas, que habitaban antes en S[a]n Sebastián del Pozo, yglesia y visita del curato de S[a]n Pedro y S[a]n José de las Havas”.

“Hemos dicho la escasez general de aguas de manantial, y de las de el Cielo en todo el Bolsón, pero todos los manantiales que havían de haberse dividido en su desmedida extención, parece que la Divina providencia, por sus altos juicios, los juntó en el corto recinto de dichos pueblos [Parras y San José y Santiago del Álamo, actualmente Viesca, Coah.] y sus inmediaciones, por lo que realm[en]te son tan abundantes que difícilm[en]te se hallarán semejantes en otra parte, y la falta de aguas del Cielo para fecundar los prados de pastos las suplió provid[encial]m[en]te el S[eñ]or con la entrada sin salida a el mar en el Bolsón, del caudaloso Río de Nazas y Río de Buenabal; éstos, difundiéndose por aquí, o por allí, sin curso ni paradero estable en tan desmedida extención, riegan y hacen producirse, ya en una, ya en otra parte, pastos abundantes y exelentes para ganados, cavalladas, muladas, &c. Dichas aguas estancadas, ya en esta parte, ya en la otra mui distante, son las que vulgarm[en]te se llama Laguna de Parras”

“[…] para el año de 1750 aparte de las haciendas de d[ic]ho S[eñ]or marqués, ya mantenían los vecinos en el Paíz de La laguna, Habas, Mairán, S[a]n Nicolás, Mesteño, Mimbre y Chipinque, muchos millares de ganado Bacuno, muchísimos de ganado de pelo y lana, muchísimas manadas de yeguas, para cría de caballadas y muladas, y a más de eso, recogían abundantes cosechas de trigo en las vegas que oportunam[en]te se enjutaban de las aguas de los ríos dichos arriba, aunque siempre con las armas en la mano contra el ímpetu de los bárbaros”.

Aunque solo contáramos con estos textos, nos quedaría muy claro que en 1791 “El país de La laguna” era considerado antiguo, dilatado, hermoso, abundante; que comprendía varios curatos y pueblos, así como algunos lugares que son mencionados con la misma nomenclatura en el Mapa de Nicolás de Lafora de 1771. El País de La Laguna comprendía la jurisdicción eclesiástica de Parras y San Pedro, algún territorio del Bolsón de Mapimí e incluía a lo que actualmente es Viesca, Coahuila, con la jurisdicción civil que esta población tenía en 1791. Pero más que nada, el alma del País de La Laguna eran los ríos “de las Nazas” y “Buenaval”, que no tenían cauce fijo y que en sus avenidas y en sus cambios fertilizaban un enorme territorio. El País de La Laguna tenía una “desmedida extensión”. Quien se reconocía como hijo del País de La Laguna, tenía que defenderse del ímpetu del indio bárbaro con las armas siempre dispuestas en la mano. Desde siglos atrás, Identidad-alteridad estaban muy bien delineadas.

viernes, agosto 25, 2006

Inauguran el MUSA

Esta semana que termina fue escogida para la inauguración (por tandas) del Museo Arocena, desde la V.I.P. hasta la popular. Tras una espera de varios años, finalmente el proyecto ha sido concretizado en una realidad tangible. La dirección general en el período preinaugural estuvo a cargo de la Lic. María Isabel Saldaña.

El responsable del trabajo museográfico fue Rodrigo Witker, de origen chileno, reconocido profesionista que diseñó, entre otros, el Museo del Desierto de Saltillo. Ahí tuve oportunidad de tratarlo como historiador asesor que fui de la sección colonial. Una vez abiertas sus puertas, el MUSA será dirigido por la Lic. Rosario Ramos Salas.

El mérito de la iniciativa e impulso para la realización de este magno proyecto corresponde a la familia Belausteguigoitia Arocena, particularmente al Ing. Eneko (de los mismos apellidos). Muchas de las piezas originales que habrán de exhibirse a través de los años, forman parte de la colección familiar, la cual fue reunida durante tres generaciones. Además se contó con el apoyo de la iniciativa privada, y de los sectores municipal y estatal, y el de muchos ciudadanos que han contribuido de acuerdo a sus posibilidades.

El Museo Arocena le conferirá a Torreón la categoría cultural de una metrópolis, por la importancia, cantidad y calidad de las exposiciones que albergará. Prácticamente todas las etapas históricas de México estarán representadas. Un ejemplo: sabemos que el museo alberga la colección de plata civil novohispana más importante del mundo. Y es que las piezas de plata coloniales son relativamente comunes en los museos de temática virreinal de México. Pero la plata que usaban las familias o los funcionarios de todas las clases sociales en artefactos de vida cotidiana, ésa es rarísima. Casi no quedan artefactos de esta clase. Créame si le aseguro que hay gente en Europa interesada en conocer este tipo de artefactos.

Podemos asegurar que, en este museo estarán representadas dignamente muchas de las corrientes artísticas nacionales y extranjeras. Podremos contemplar obras de arte de los grandes maestros como podríamos hacerlo en El Prado (Madrid) o en el Metropolitan Museum (Nueva York).Sin duda alguna, la apertura de este museo (sin olvidar su biblioteca y talleres) será una de las contribuciones más significativas para la elevación del nivel educativo y cultural de los laguneros.

jueves, agosto 24, 2006

Noche de Debussy en el Isauro Martínez

Una verdadera delicia resultó anoche la velada musical en el siempre bello teatro Isauro Martínez. El evento se ubicó en el marco del II Festival Internacional de Piano, y contó con el generoso patrocinio de diversas empresas mercantiles e instituciones culturales.

El programa incluyó 24 piezas de los libros 1 y 2 de preludios de Claude Debussy. El intérprete fue nada menos que el maestro Jorge Federico Osorio, cuyo mérito y trrayectoria profesional son más que bien conocidos.

Un gran detalle del maestro Osorio fue el de pedir que se extremaran las condiciones acústicas del teatro con el objeto de que los asistentes laguneros pudieran disfrutar de un sonido perfecto. Además, pidió que las luces del teatro fueran disminuidas solo un poco durante la ejecución al piano, con el objeto de que el público pudiera leer y seguir el programa escrito con toda comodidad.

No cabe duda de que el patronato del teatro Isauro Martínez y la señora Claudia Máynez merecen todo nuestro apoyo. Ellos hacen posible que en Torreón contemos con espectáculos de un nivel artístico tal, que solo las capitales estatales disfrutan gracias a los subsidios. Sus esfuerzos valen la pena, y merecen los nuestros.

martes, agosto 22, 2006

Cacería de búfalos en el norte de México

Pocas veces tenemos la oportunidad de leer textos verdaderamente novedosos sobre la Comarca Lagunera, particularmente cuando éstos se escribieron en otras épocas, países e idiomas.

Con miras a la ya cercana celebración del centenario de la ciudad de Torreón, la publicación del libro Extrañas latitudes. Tres versiones extranjeras sobre La Laguna: 1879-1945[i] constituyó, sin género de dudas, un acierto de su compilador Carlos Castañón, así como del Ayuntamiento de Torreón 2003-2005 a través de la Dirección Municipal de Cultura y del Instituto Municipal de Documentación.

Por lo que se refiere a la Cacería de búfalos en el norte de México, traducida al castellano por vez primera con motivo de esta edición, menciono que fue hace algunos años cuando localicé el original en inglés. Realizaba una búsqueda sistemática de fuentes manuscritas o hemerográficas en las bibliotecas virtuales de los Estados Unidos. Estaba recopilando documentos primarios anglosajones sobre Parras y sus vinos, ya que precisamente la vitivinicultura de Parras era el tema de mi tesis doctoral. La defendí años después, en febrero de 2003. Es bien sabido que existen algunos testimonios en inglés sobre Parras y sus caldos y aguardientes. Por lo general, estos testimonios pertenecen a soldados yanquis de la guerra de 1846-1848.
Como miembro numerario de la Comisión de Historia para el centenario de la ciudad de Torreón, la primera sugerencia que hice fue que se publicara el incógnito texto de la cacería de búfalos, por ser un documento de interés para la Comarca y porque su autor resultó ser el mismo que escribió en 1880 la mundialmente conocida novela Ben-Hur, a tale of Christ. Ésta ha sido llevada varias veces al cine simplemente como Ben-Hur.

Una cacería de búfalos en el norte de México, de Lew Wallace, fue publicado en marzo de 1879 en “Scribners Monthly”, una revista mensual ilustrada de la ciudad de Nueva York. Ocupa de la página 713 a la 724 de dicha edición, la número 5, volumen 17. Desde hace varios años la biblioteca virtual “Making of América” o moa, con servidores en la Universidad de Chicago y en la Universidad de Cornell, tiene disponible una copia digital del texto con sus ocho viñetas originales. En este caso particular, el texto y la viñeta de la portada —los cazadores y la Hacienda de Hornos— proceden de la biblioteca virtual de Cornell.

Lewis Wallace nació en Brookville, Indiana, en 1827, y murió en 1905. Fue abogado, militar, escritor, político y diplomático. Peleó en la guerra de 1846-1847 contra México y en la guerra civil. Con el rango de general, sirvió a su país como embajador en Turquía y gobernador del territorio de Nuevo México. Su primer libro, una novela sobre la conquista de México, se llamó El Dios justo (1873). Obras suyas fueron también la novela Ben-Hur, una historia de Cristo (1880), La Vida del general Benjamin Harrison (1888), La infancia de Cristo (1889), El príncipe de la India (1893), Los cortejos de Malkatoon (poesías, 1898) y de manera póstuma Lew Wallace: autobiografía (1906).[ii] Por su obra resulta clara su preferencia por la narrativa de ficción, la narrativa biográfica y la poesía.

Pero no viene al caso el Wallace hagiógrafo; nos resulta mucho más relevante en cuanto militar y agente de penetración yanqui. En 1865, durante la guerra civil norteamericana, Wallace fue enviado a México en misión secreta. Habría de averiguar si eran verdaderos los reportes que señalaban que los confederados tratarían de continuar su guerra desde México. Wallace también contactaría a Benito Juárez, quien peleaba contra los intereses franceses en un México militarmente ocupado y, en consecuencia, en pugna contra el Segundo Imperio. Wallace le vendería armas a Juárez para que éste continuara la lucha.[iii]

Algunos autores usamericanos consideran que la misión de Wallace fue una de las manifestaciones más flagrantes y decisivas de la llamada Doctrina Monroe. A. W. Barber (compilador) publicó en 1914 un libro cuyo título traducido es el siguiente: La benévola incursión del general Wallace. Cómo México fue salvado en 1864, la Doctrina Monroe en acción. De cómo Wallace —por órdenes del general Grant— se internó en México para ayudar a Juárez contra Luis Napoleón en 1864.[iv] En este contexto podremos situar debidamente la Cacería de búfalos... como un texto de aquellas populares y gustadas “memorias de viaje” elaboradas por un distinguido y culto agente del intervencionismo yanqui en el norte de México.

Una sencilla revisión hermenéutica del texto nos permite elaborar algunas consideraciones fundamentales que el lector debe tener en cuenta a la hora de abrir el libro. La temática es sencilla: hacia 1867, Wallace hace un recorrido en dirección a Chihuahua pasando por el camino de Monterrey, Saltillo, Parras, Álamo y Mapimí. Se hospeda en la Hacienda de Hornos, cuyo anterior propietario, Leonardo Zuloaga, ya ha muerto. La súbita e inesperada aparición de un rebaño de bisontes o búfalos les proporciona esparcimiento a él, a sus amigos y a los rancheros que los acompañan. El texto revela que la enciclopedia del autor —que escribe en inglés y no para mexicanos— era la de un hombre cosmopolita y bastante culto. Así lo manifiestan claramente sus referencias —en idiomas nativos y grafía inglesa— sobre los beduinos, las puertas de Joppa, las tiendas de pelo de cabra o camello del medio oriente, las mansiones de Leicestershire, los añejos héroes escoceses de Sir Walter Scott, el juego otomano llamado Jereed, y algunas otras. Éste era el horizonte cultural que debía manejar su lector. Para Wallace, un nacionalista que se autodefine como “bien nacido” y que se complace en glorificar las formas civilizadas de los Estados Unidos, la Comarca Lagunera del segundo tercio del siglo xix constituye, por contraste, la barbarie, lo primitivo, lo exótico, la alteridad conformada por un país sometido a los intereses y al protectorado de la Unión Americana. Así, La Laguna es “lugar de tormentos” y de “ranchos despreciables”.
En ocasiones recurre al sarcasmo, como cuando compara la destartalada Hacienda de Hornos con Branksome Tower, y a sus habitantes con el valiente Buccleuch y sus 29 caballeros.[v] Muestra la misma actitud cuando exclama en español “¡Ay de mí, Zuloaga...! y maldice la hora en que llegó la guerra y dispersó a los bailadores de valses, cuando el mismo Wallace fue activo agente antimonárquico, y por lo tanto, enemigo declarado de Zuloaga...[vi]
El antimonarquismo monroviano de Wallace lo lleva a cierta exageración cargada de ideología: Carlos Sánchez Navarro era el “monarca de siete mil peones” y, por lo tanto, adicto al Segundo Imperio; la fortuna de Zuloaga era “ducal”, con un golpe de “salvajismo” en sus gustos, y los laguneros “eran de su pertenencia”. Si Wallace le concede algún valor a los humildes laguneros, era porque se trataba de “republicanos independientes”, fieros, a los cuales ni los franceses pudieron domar, aunque ociosos. En otro pasaje los llama “hombres valientes, sinceros, honestos, afectuosos” a la vez que afirma que en México nadie se preocupa por saber los apellidos de un peón. En esto, Wallace proyecta con cierta ceguera las contradicciones sociales propias de su país de origen, en el cual los esclavos negros parecieran haber tenido un elevado estatus. Llama a Juárez el “Lincoln” de México a la vez que ignora que la abolición de la esclavitud la decretaron los líderes insurgentes en 1810 y en otras fechas posteriores,[vii] que lo mismo hizo el presidente Guadalupe Victoria en 1829, y que hasta el mismo emperador Maximiliano decretó la libertad de todo esclavo norteamericano que pisara suelo mexicano.
Hijo de un país de inmigrantes, Wallace parece quisquillosamente racista cuando describe a dos niños mexicanos “de piel café” que montaban sendas cabras “con la habilidad de los monos”, o cuando menciona a las “desagradables criaturas rojas (indios) del Tío Sam”. Como republicano yanqui “bien nacido”, Wallace admira y añora la nobleza de Inglaterra y al redactar su Cacería de búfalos... proyecta sus cualidades incluso sobre los reinos animal y vegetal.

Por otra parte, Wallace es un verdadero pintor con la pluma y logra excelentes descripciones del paisaje, de la flora, de la fauna, de la arquitectura, de la topografía y del clima. Como militar y distribuidor de armas que era, su conocimiento sobre los modelos de diversas épocas y procedencias era muy completa, y es capaz de discernir entre las que parecían trabucos de la era isabelina, los Brittish Tower del siglo xviii[viii] y los que corresponden a las innovaciones del momento: Winchester, Smith & Wesson, Sharpe.

En fin, y sin pretender pecar de crítico, la Cacería de búfalos en el norte de México es una narración que se puede leer con mucho interés y hasta deleite si estamos previamente advertidos de que en ella no podremos distinguir entre realidad y fantasía, entre historia e ideología. Eso sí: podemos leer entre líneas, podemos entresacar y disfrutar interesantes descripciones si evitamos los juicios de valor que provienen de un extranjero del siglo xix que veía a México sólo a través de los intereses norteamericanos.

[i] Publicado por el Ayuntamiento de Torreón 2003-2005 a través de la Dirección Municipal de Cultura. Incluye la Cacería de búfalos en el norte de México por Lew Wallace, la cual se presenta por vez primera en castellano; México insurgente, de John Reed, y Descubrimientos de México, de Egon Erwin Kisch.
[ii] General Lew Wallace Study & Museum en http://www.ben-hur.com/meet.html
[iii] Meet Lew Wallace: the soldier en http://www.ben-hur.com/career.html
[iv] Barber, Amherst Willoughby. The benevolent raid of General Lew Wallace. Washington, D.C. 1914. George A. Schultz y Robert Ryal Miller elaboraron interesantes estudios sobre Wallace y los liberales mexicanos.
[v] Branksome Tower era en 1850 una enorme mansión ubicada en los acantilados de South Leicestershire. Entonces pertenecía a Mr. Charles Packe. Cfr. Sir Walter Scott, Kinmont Willie.
[vi] Carlos Castañón Cuadros, op.cit., p. 28.
[vii] Miguel Hidalgo fue el primer caudillo insurgente que decretó la abolición de la esclavitud el por bando del 6 de diciembre de 1810. Desde luego, dicha disposición tendría vigencia en los territorios que el movimiento controlara.
[viii] Los “Brittish Tower” eran rifles de pedernal fabricados en el siglo xviii, y se caracterizaban por traer troquelada una torre.

sábado, agosto 12, 2006

Inicia la colección "El pays de La Laguna"

Anoche fue presentado el primer título de la nueva colección “El pays de La Laguna”. El primer tomo de la colección se denomina “La transparencia como forma de construir un mundo más justo” y su autor es un torreonense, Alejandro Cárdenas López, Director Estatal del Instituto Coahuilense de Acceso a la Información (ICAI).

El evento tuvo lugar en el ágora del Museo Regional de La Laguna a las veinte horas. El libro fue presentado por Manuel Gil Navarro, funcionario del ICAI, por Edgar Salinas Uribe, y por el autor mismo.

El nombre de la colección es una versión del nombre con el cual era conocida la Comarca Lagunera en el siglo XVIII, ya que el término “pays” o “país” era sinónimo de región, comarca. Es un anacronismo con valor estético literario y sin connotación política alguna.

Esta colección se reserva para aquellos autores que publican por primera vez, y es editada por la Universidad Iberoamericana Laguna.

Recuento de votos en Torreón

Uno de los distritos electorales impugnados por López Obrador y su “Coalición por el bien de todos” fue el 06, que es el que corresponde a Torreón. De acuerdo a los datos oficiales consignados en las actas de casilla y ratificados por el Instituto Federal Electoral, Felipe Calderón (del PAN) había obtenido sobre López Obrador (PRD) una ventaja de 11 mil 102 votos. Pero de acuerdo con el recuento del Distrito 06 ordenado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial a raíz de las impugnaciones y que incluye 103 casillas, la ventaja de Felipe Calderón, según informó un diario local, se redujo a 10 mil 810 votos. Este recuento finalizó ayer viernes y resultó en una redistribución de los votos contabilizados el dos de julio pasado. Este ajuste, una vez realizado, resultó en 292 votos a favor de López Obrador.

El ajuste reportado constituye una variación del 2.6 por ciento del número total de sufragios contabilizados el 2 de julio en las casillas del Distrito 06. No existe duda alguna de que la ventaja la conserva el candidato panista. Este recuento aún está sujeto a otros controles y revisiones antes de que se ofrezcan datos oficiales desde la Ciudad de México.

viernes, agosto 11, 2006

Nacionales y extranjeros en el Torreón de 1892

En 1892, Torreón era una congregación que apenas llegaba —en números redondos— a los 2,800 habitantes. No sería sino hasta el año siguiente que sería erigida en villa, y finalmente, en 1907, alcanzaría la categoría de ciudad.

Su origen como población se remonta a un período que comprende los años 1850-1855, como lo indican las primeras referencias documentales sobre la existencia del “rancho del Torreón”, una de las propiedades del matrimonio Zuloaga-Ibarra.[1] Esto significa que en realidad Torreón cuenta con poco más de 149 años de existir como asentamiento humano moderno, habitado de manera ininterrumpida.

Los pobladores originales (fundadores) del rancho eran laguneros de vieja cepa.[2] El proceso de migración y crecimiento demográfico se dinamizó con la instalación de las líneas del ferrocarril, entre 1883 y 1888. Comenzó a llegar a Torreón gente de Zacatecas, de Aguascalientes y de otros estados de la república que contaban con fácil acceso al transporte ferroviario.

Volviendo al año de 1892, diremos que resulta de particular importancia para la historia de Torreón, porque en ese año se levantó un censo de sus habitantes. El documento original se conserva en el Archivo General del Estado de Coahuila en Ramos Arizpe.[3] Su carátula dice “Expediente 5,467 relativo al censo de la Congregación del Torreón. 1892.”. El documento fue enviado al secretario de gobierno del estado en el oficio 1511 firmado por el titular de la Jefatura Política de los Distritos de Parras y Viesca, el 21 de septiembre de 1892.

Este censo es muy revelador para la historia étnica de Torreón. A 40 años de haber sido fundado, tenía apenas 2,800 habitantes. Y de esos, sólo unos cuantos eran de origen extranjero. Entre éstos se contaban Adolfo Aymes, ciudadano francés de 40 años de edad, nacido en 1852 en “Pierrerne, en los Bajos Alpes”[4]. En el censo aparece catalogado como “Yndustrial” porque era socio de los Veyán, dueños de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”, de la cual Aymes había sido originalmente sólo un empleado. Otros extranjeros eran Juan Ling, de 33 años, soltero, cajero de ocupación; Esteban Coopwood, de 30 años de edad, bombero de ocupación; G. Reifierre, de 29 años, maquinista; Guella Reifierre, de 23 años (sexo femenino); James Riher, de 26 años, supervisor; “Ellen” Fisher, de 38 años (sexo femenino); Guillermo Yee, de 30 años, operario; Absalón Better, de 50 años, carpintero; Charles “N”., de 36 años, cocinero; A. Thumey, de 20 años, operario; M. Cole, de 24 años, telegrafista; J. Walker, de 23 años, agente; Emma L. Walker, de 22 años, “trabajador”; A.J. Acres, de 25 años, empleado; L. Ling, de 18 años; Youone L. Ling, de 28 años, cocinero; Yorzas M. Brown, de 30 años, “Ynspector”; Castwood, de 37 años, conductor; Sandi F. Bate, de 45 años, maquinista; Jaan H. Clever, de 42 años, conductor,[5] Juan Bates, de 44 años, casado, mecánico.

Encontramos entonces un grupo muy pequeño de presuntos (o comprobados) extranjeros entre 2,800 personas de apellidos castellanos, la inmensa mayoría muy comunes en los asentamientos coloniales laguneros. Estimamos un máximo de 2% de ciudadanos extranjeros —comprobados o probables— entre la población que registra el censo de Torreón de 1892.

Las ocupaciones de los extranjeros mencionados denotan por lo general cierto grado de confianza patronal en sus personas, (de cajeros a sirvientes) o bien, de especialización tecnológica o culinaria. Solo tres o cuatro tienen la categoría de “industriales” por estar relacionados con el capital de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”.

Entre los nacionales había comerciantes, labradores, jornaleros, operarios, sastres, músicos o filarmónicos, panaderos, caldereros, carreros, jarcieros, artesanos, empleados, mozos, zapateros, mecánicos, ingenieros, herreros, curtidores, carpinteros, meseros, sirvientes, maquinistas, albañiles, tenedores de libros (contadores), obrajeros.

Se puede decir pues que durante sus primeros 42 años de existencia, Torreón era básicamente una población compuesta por nacionales, y en gran medida, por nacionales de origen regional.

Pasemos a revisar los antecedentes genealógicos de algunas de las familias incluidas en este censo de 1892.

Con el número de control 199 de dicho censo, tenemos a Andrés Lira, de 21 años de edad, soltero, labrador de ocupación. De acuerdo a nuestras investigaciones genealógicas, Andrés nació el 3 de febrero de 1873 en Matamoros, Coahuila, donde fue bautizado al día siguiente en la parroquia de Nuestra Señora del Refugio. De acuerdo al libro de bautismos 1870-1875 de dicha parroquia, sus padres eran “Vicente Lira” y “Francisca González”.[6] Esta filiación la confirma el censo de 1892, ya que con el número de control 196 aparece “Visente Lira”, de 80 años de edad, casado, labrador, mientras que el siguiente número de control, el 197, corresponde a “Fran[cis]ca Gonsález”, de 60 años de edad, casada. Es decir, en Torreón vivían Andrés y sus padres. Es importante que comprendamos que Vicente —torreonense por adopción—nació en 1812, cuando se promulgó la Constitución de Cádiz a lo largo y ancho del Imperio Español, y que su esposa Francisca nació en 1832, cuando Texas era parte integral de Coahuila. Es decir, este matrimonio constituye un verdadero puente cultural entre los laguneros coloniales y los torreonenses de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Además de Andrés Lira González aparecen mencionados sus hermanos Dominga (16 años), Bruno (12 años), Lorenzo (9 años) y María (11 años).

Otro caso análogo está constituido por Félix Guerrero, con número de control 62, quien de acuerdo con el censo tenía 26 años en 1892, casado, jornalero. Estaba casado con Salomé García (censo, número de control 63) la cual tenía 19 años de edad. De acuerdo con las fuentes genealógicas, Félix había nacido en el mismo Torreón en 1870 (lo cual haría que tuviera 22 años y no 26). Se habría casado con Salomé en 1890, y lo más interesante, Félix sería hijo de Francisco Guerrero y Antonia Alvarado, pobladores de Torreón casados en 1869. Antonia Alvarado habría nacido en el rancho del Torreón a mediados del siglo XIX,[7] es decir, pertenecía a la primera generación de torreonenses.

Otro caso similar sería el del matrimonio conformado por Natividad Granados y de Refugio Martínez, con los números de control del censo 334 y 335, respectivamente. Se trataba de Natividad Granados Díaz y de María Refugio Martínez Chávez, cuyo hijo, José Tiburcio, nació en la jurisdicción de Viesca, Coah. el 8 de agosto de 1852. Los cónyuges se casaron en la capilla de la Hacienda de Avilés, (antes Villa Juárez, a la orilla del Río Nazas y a poca distancia de Lerdo, Dgo.) el 22 de enero de 1843.[8] Una hija del mismo matrimonio lo fue “María Ysabel Granados” la cual fue bautizada en la parroquia de Santiago, en Viesca, Coah. el 10 de noviembre de 1847 (época de la invasión norteamericana). Ella era hija de “Natividad Granados” y de “María del Refugio Martínez”.[9] Debemos recordar que los primeros torreonenses se bautizaban en Viesca, y posteriormente, en Matamoros, hasta que en 1894 se creó la primera parroquia torreonense, la de Guadalupe.[10]

Doña María del Refugio Martínez Chávez nació a su vez en “Río de Nasas” jurisdicción de Mapimí, Dgo. en 1821, y era hija de Eusebio Martínez y de Felipa. Eusebio su padre nació en el mismo lugar que ella, “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, en 1795.

Natividad Granados Díaz habría nacido en 1821 en el “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, Dgo. y era hijo de Pedro Granados y Juana Díaz.

De acuerdo con el censo de Torreón de 1892, Natividad tenía 70 años, y de acuerdo con los registros genealógicos, 71; es decir, nació el año de la consumación de la independencia de México o bien el año en que Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México.

En conclusión, la información anterior nos muestra que el rancho, luego congregación del Torreón, estuvo en buena medida habitado y defendido por gente de la misma región que conocía lo que era la vida en las márgenes del río Nazas, gente que conocía los peligros del desierto y de los indios belicosos. Estas personas trajeron consigo una cultura de raigambre lagunera y colonial. La investigación genealógica nos permite conocer los orígenes precisos de las personas que aparecen como pobladores de Torreón en 1892, y ya algunos de ellos eran torreonenses de segunda generación.

Una familia torreonense de abolengo: los Peralta

Una de las mayores y más acertadas críticas que se han hecho contra la manera de historiar del político y cronista de Torreón de los años treinta, Eduardo Guerra, ha consistido en impugnar su metodología poco académica. Efectivamente, en las ciencias de la naturaleza es vital que el experimento pueda ser repetido por otros científicos con el objeto de reproducir los efectos reportados por quien primero los observó. De esta manera se valida la metodología, los resultados y la interpretación. De manera análoga, en el caso de las ciencias sociales es fundamental que los lectores de una obra académica tengan acceso a las fuentes primarias usadas en la obra con el objeto de que puedan ser verificadas y si se requiere, criticadas y reinterpretadas. Es decir, en gran medida el trabajo de escritura del científico social consiste en dar cuenta razonada y crítica de las fuentes que nutrieron su trabajo.

El gran problema metodológico de Eduardo Guerra es que presenta transcripciones y narraciones sin aportar el menor dato en torno a su procedencia y ubicación actual. No hay un aparato crítico que sustente sus afirmaciones o transcripciones documentales. De esta manera, la información proporcionada por Guerra solamente tendrá el valor que podría tener una historia oral puesta por escrito. Solo en la medida en que los científicos sociales de nuestro tiempo puedan sustentar, corregir, acotar, reinterpretar o desechar las afirmaciones de Guerra, éstas cobrarán valor científico. Porque en su momento, Guerra no hubiera llenado las expectativas de los científicos positivistas. Sería imposible comparar la competencia metodológica de Guerra con la de su coetáneo Alessio Robles.

Un ejemplo concreto de lo anteriormente dicho lo tenemos en las “noticias” que nos proporciona Guerra sobre la familia Peralta. En la tercera edición de su “Historia de La Laguna” (febrero de 1996) solventada por el Ayuntamiento de Torreón, dice en las pp. 312-313,
“El 4 de septiembre de 1868, una fuerte avenida en que las aguas del Nazas salieron de cauce, derribó el Torreón, y la cuadra con todo y casa, pero la presa y el Canal ya perfectamente construidos no se afectaron en esa ocasión, mostrando su solidez, continuándose sin interrupción los riegos de las grandes labores abiertas en San Antonio de los Milagros, como entonces se llamaba la Hacienda del Coyote.

Juntamente con el Torreón la corriente del río arrastró, unos jacales contiguos que habían venido construyendo allí los Peralta, gentes humildes que llevaban una vida muy modesta y se habían avecindado junto al Torreón. Los Peralta eran cuatro hermanos que se llamaban Guadalupe, Melquiades, Serafín y Natividad, además un primo también de nombre Guadalupe y del mismo apellido, todos, con sus familias, originarios de Cuencamé […] Después de la creciente, el Administrador de la presa se estableció de manera provisional en un sitio que ahora queda a espaldas del Parque Deportivo Nacional, terreno que está entre los canales de la Joya y la Perla, donde existía una noria y una atarjea de piedra que todavía pueden verse. Allí estuvieron también los Peralta y sus familias, estableciéndose además otra familia de jarcieros de apellido Romero. El total era de 98 familias.”

Hasta aquí, lo descrito por Guerra sobre la familia de los Peralta había quedado como una simple afirmación sin sustento documental alguno. En el mejor de los casos, sería tradición oral a la que Guerra puso por escrito.
No obstante, el moderno investigador puede sumergirse en los archivos con el objeto de buscar rastros de verdad en estas afirmaciones. Y precisamente esto fue lo que decidí llevar a cabo con el fragmento del texto de Guerra arriba citado.

Encontré que efectivamente existieron tres hermanos cuyos nombres completos eran los siguientes: Guadalupe Peralta Martínez, Jose Melquíades Peralta Martínez, y José de la Natividad Peralta Martínez. Guadalupe fue bautizado el 21 de diciembre de 1832 en la parroquia de Santiago Apóstol de Mapimí, Durango.[1] Jose Melquíades fue bautizado el 28 de diciembre de 1839 en la misma parroquia y lugar,[2] al igual que José de la Natividad, bautizado el 17 de septiembre de 1837.[3] Los tres hermanos eran hijos de Eulogio Peralta y de María Manuela Martínez, vecinos de Mapimí. Puesto que los nombres de los hermanos eran bastante peculiares, no nos queda duda alguna de que estos tres hermanos son los mismos que menciona Guerra como habitantes junto al Torreón en 1868, cuando estos varones andaban en sus treinta años de edad. De Serafín Peralta no pudimos encontrar registro alguno. Aunque Guerra dice que los hermanos Peralta eran de Cuencamé, hemos demostrado que en realidad procedían de Mapimí, como muchos otros primeros pobladores de Torreón.

Pero los registros parroquiales no son los únicos que nos dan cuenta de la familia Peralta. El censo levantado a la Congregación del Torreón en 1892 da cuenta de los miembros de una segunda y tercera generaciones de la familia. Así con el folio 409 encontramos un Melquíades Peralta, que declara tener 40 años de edad, casado, labrador de profesión. Con el folio 423 encontramos a Natividad Peralta, de 42 años de edad, casado, labrador de profesión. El mismo padrón menciona a otros Peralta (de menor edad) que llevan los mismos nombres de familia.

Es cuando hemos sustentado documentalmente la información que aporta Guerra que ésta se vuelve significativa y de valor para nuestra historia regional. Los Peralta, sin duda alguna, constituyen una de las familias más antiguas de nuestra ciudad. Sus ancestros llegaron cuando se luchaba a brazo partido contra los indios bravos, contra las inclemencias del clima y la fuerza incontrolable del Nazas.

Una consideración en relación al título de este apunte: el abolengo —término de origen latino— no consiste en la magnitud de las cuentas bancarias de una familia, sino la posibilidad de remontar hasta los abuelos, la memoria familiar o una condición personal (ordinariamente la honorabilidad o la notoriedad). Así, de Hernán Cortés se decía que tenía cuatro abolengos por decir cuatro líneas genealógicas o apellidos: Cortés, Pizarro, Monroy y Altamirano. Por extensión, el vocablo se refería a la herencia familiar que venía desde los abuelos, y esta herencia estaba constituida por el honor, la virtud, el saber, las buenas costumbres, la piedad, y solo en última instancia, por los bienes materiales. Esa es la esencia del término Hijo de algo, Hijo de alguien, hijodalgo o hidalgo, que se refiere a la condición de nobleza y limpieza heredada de los abuelos.


[1] Santos de los Últimos Días (SUD). Rollo de microfilm, bautismos, C648633 (1828-1853).
[2] Ibid.
[3] Ibid.

miércoles, agosto 09, 2006

¿Racismo en el estadio Corona?

Los aficionados del Santos Laguna de Torreón han sido acusados de fomentar las agresiones racistas contra los futbolistas de otros equipos. El pasado fin se semana, durante el encuentro entre los Rayados de Monterrey y el Santos Laguna, hubo un incidente que ha dado mucho de qué hablar a los cronistas deportivos. El jugador Felipe Baloy, panameño de nacimiento, regiomontano por contrato profesional, tuvo la desgracia de anotar el primer gol del partido en el minuto siete del primer tiempo. Desde luego, hubo aficionados del Santos Laguna que no tomaron con filosofía la temprana ventaja de los rayados. Aquéllos comenzaron a agredir a Baloy, seguramente para desconcentrarlo e impedir que hiciera más daño a la portería local. Le gritaron “chango” y “come plátanos” e imitaron los gruñidos de un gorila. Algunos dicen que le gritaron “negro”.

Afortunadamente, estos excesos de la afición no son en lo absoluto representativos de la manera de ser de los torreonenses. Cualquiera que haya vivido en nuestra ciudad lo sabe a la perfección. Fuereño que llega, fuereño que se queda, precisamente por el ambiente de cordialidad que se respira. La verdad, la nuestra es una ciudad entrañable en la que el ciudadano común y corriente sigue viviendo con seguridad. Durante mis años de vida en Torreón, que pasan de 50, nunca he presenciado un solo insulto o agresión de carácter racista contra la gente de color, ni contra los indígenas mazahuas, ni tarahumaras, ni mixtecos o zapotecos, tzeltales o tzotziles que a veces deambulan por nuestra ciudad. Los hay desde los que viven de las dádivas de los transeuntes hasta los que estudian en las mejores universidades regionales. A nadie le molestan y nadie los ofende. En cambio, en la ciudad de México y en otras ciudades de mayor población indígena, estos insultos forman parte de la vida cotidiana. En Torreón se ha avecindado gente de color que ha sido muy querida y respetada, como el inolvidable “Chocolito”, nuestra estrella del beisbol.

Realmente lo que deben tener presente los cronistas deportivos es que la televisión produce aprendizaje, para bien o para mal. Quiero traer a la memoria otro incidente que ocurrió este mismo verano, durante el enfrentamiento entre las selecciones nacionales de Italia y Francia, en el juego final del mundial de futbol en Alemania. El jugador galo Zinedine Zidane le propinó tremendo golpe de cabeza en el pecho al jugador italiano Marco Materazzi, conducta que le valió a Zizou la expulsión del juego y de la ceremonia de premiación. Mucho se dijo que segundos antes del golpe, Materazzi había escarnecido a Zizou con un insulto de carácter racista.

Los aficionados de todo el mundo aprendieron con ello que con insultos de carácter racista es posible lograr la expulsión de un adversario peligroso o desequilibrante.
Desde luego, la conducta de los aficionados torreonenses responsables de los hechos no se justifica, aunque entendemos que son gente de sentimientos “intensos” que se involucra fuertemente con su equipo y con el juego, y que manifiesta modales no muy recomendables. Por su culpa, el resto de la afición puede resultar perjudicada si se sanciona el Estadio Corona, sede del equipo y de los partidos locales.
Mención aparte merecen la xenofobia y sobre todo, la xenofilia, como actitudes cotidianas socialmente compartidas a lo largo de la historia de Torreón, y no como meros estallidos coyunturales en un contexto lúdico pasajero. Pero a estos temas les dedicaremos un apunte posterior.

martes, agosto 08, 2006

Lectio Brevis en la UIA-Laguna

Ayer en punto de las diez horas el rector de la Universidad Iberoamericana Laguna, Mtro. Quintín Balderrama López, sj, pronunció su alocución anual de inicio de cursos o “Lectio Brevis”. Esta primera lección del año escolar 2006-2007 va dirigida —como cada año— a la comunidad universitaria, esto es, maestros y alumnos de la institución. En esta ocasión, el Mtro. Balderrama López declaró inauguradas las celebraciones del vigésimo quinto aniversario de la Universidad Iberoamericana Laguna, las cuales durarán un año completo.
Durante el 2007 se cumplirán asimismo 75 años de la presencia de la Compañía de Jesús en Torreón, la cual inició en 1932 en la iglesia del Carmen, ahora catedral de Torreón, y 413 años de presencia jesuítica en la Comarca Lagunera. Esta presencia comenzó en 1594, cuando Felipe II autorizó la evangelización de la Comarca Lagunera por los jesuitas, año durante el cual llegaron los primeros misioneros de esta orden religiosa.

lunes, agosto 07, 2006

La crónica anacrónica

Con este término quiero designar un modelo de hacer crónica que se encuentra ya superado, fuera de tiempo. El tiempo de la mera anécdota ha caducado. El interés de las ciencias sociales se enfoca al fenómeno compartido, a la conducta de grupo. Un cronista debe tener muy claro que en cuanto tal, su función debe ser la de dejar para los lectores e historiadores del futuro una percepción de la realidad, o mejor aún, de las realidades de su comunidad, en sucesión temporal.
De muchas maneras y en gran medida, el cronista ideal debería ser un etnógrafo que escribe para el futuro. Nuestras hemerotecas y archivos estarán disponibles para los historiadores de los siglos venideros, de eso no hay duda. Pero nada igualará el testimonio de quien, inmerso en su propia cultura, la describa e interprete para los lectores de otros tiempos, espacios y culturas. El cronista debería saber discernir las conductas sociales que percibe, estar consciente de su pluralidad y a la vez, descubrir el significado y los valores que representan para los actores de las mismas. Hay un derecho a la alternidad que es legítimo y debe ser respetado.

La imagen tradicional del cronista era demasiado ingenua. Se esperaba que éste fuera una enciclopedia ambulante, que supiera dar cuenta de hechos y fechas citadinas con maravillosa infalibilidad. Era una especie de “oráculo”, el punto final de cualquier discusión. Pero esta figura estaría más cerca de los narrdores de historia oral de las sociedades primitivas, relativamente poco complejas. El mundo dejó de ser sencillo hace mucho tiempo. No existe una sola realidad, ni basta el argumento del “magister dixit”. Un solo hecho puede ser percibido, interpretado y valorado de diversas maneras, como nos lo pone de relieve el conflicto poselectoral que vive México en este momento.

Por otra parte, el cronista no puede ni debe ser obligado a “sindicalizarse”. Cada cronista debe tener una particular relación con el municipio que representa. Desde el punto de vista político, cada municipio es autónomo, y su historiador oficial debe serlo también. Los gremios de cronistas nunca deben de representar una fuerza moral coercitiva ni excluyente para la libertad de expresión de cada cronista individual. No deben existir bloques políticos ni agendas oficiales de cronistas. Esto iría contra la idoneidad de circunstancias y funciones que mencionaba más arriba. No pueden existir pretensiones de monopolio en el campo de la escritura de la Historia. La condición básica de un cronista respetable y veraz es la libertad.

sábado, agosto 05, 2006

Otra vez el agua


Pareciera que el agua siempre resulta ser —por falta o por exceso— un problema para la Comarca Lagunera. Las lluvias de la última semana en el área urbana han puesto en evidencia por enésima vez, la necesidad de contar con un drenaje pluvial eficaz. Supuestamente Torreón ya contaba con uno, que por cierto resultó muy costoso en términos monetarios. Pero a la hora de los hechos, nos topamos con las inundaciones de siempre. Basta una lluvia de regular magnitud para que muchas de las calles de la ciudad se vuelvan intransitables. El agua de origen pluvial nos complica la vida, mientras que las aguas subterráneas se contaminan más y más con arsénico a la vez que que los niveles de extracción bajan irremisiblemente.

De acuerdo con el Reglamento de Cronistas publicado en la Gaceta Municipal de Torreón junio de 1992, artículo cuarto, inciso "I", "el cronista de la ciudad es protector del ecosistema". Uno pensaría que esta facultad se refiere al ecosistema torreonense. Pero es un hecho que el ecosistema no conoce de límites o jurisdicciones municipales. Tiene su propia unidad y morfología. Puede darse el caso de que los agentes de deterioro de otros sistemas ecológicos residan en Torreón.

En relación a esto, no deja de causar alarma el hecho de que en Cuatro Ciénegas se haya permitido la perforación de cincuenta nuevos pozos destinados a producir forrajes. Al parecer, los usuarios de estos nuevos pozos son ganaderos de la Comarca Lagunera. En el "Valle del Hundido" ya existían treinta pozos y ya había señales de daño en el subsuelo. Ahora son ochenta pozos los que operan en esa región.

No es de extrañar que los científicos del Instituto de Ecología de la UNAM manifiesten gran alarma ante la crisis que la extracción del agua subterránea ya ha producido en el acuífero de Cuatro Ciénegas. Los investigadores se encuentran estudiando los procesos de adaptación y diversificación de los seres vivos en la región de Cuatro Ciénegas. Son ellos quienes manifiestan que el valle presenta grietas superficiales antes inexistentes y deterioro en la estructura del suelo.

Este tipo de situaciones tienden a ser minusvaloradas en Torreón. Por desgracia —y como torreonense me apena reconocerlo— en nuestra ciudad, de marcada inclinación comercial y empresarial, el dinero es primero. Por lo general, el arte y la ciencia (¿o debería decir los artistas y los científicos?) no suelen ser tomados muy en serio, salvo cuando divierten, entretienen o "visten" socialmente. Ojalá nuestra clase empresarial tuviera la sensibilidad y discernimiento suficientes como para valorar las cosas y personas que, secreta o abiertamente, desdeña.

La región de Cuatro Ciénegas constituye un fascinante libro abierto sobre los procesos de evolución, adaptación y selección natural, comparable solamente a las islas Galápagos. En Cuatro Ciénegas, al igual que en las islas ecuatorianas estudiadas por Charles Darwin antes de publicar su "Origen de las especies", la flora y la fauna de sus pozas lleva millones de años adaptándose a su entorno físico, químico y biológico. La comparación entre los entes biológicos de las diversas zonas del acuífero y del valle constituye un método que nos permite generar nuevos conocimientos. Estos conocimientos podrían llevarnos a resultados prácticos inimaginables. ¿Quién podría asegurar que la vacuna contra el cáncer no derivaría de un principio de adaptación celular descubierto en Cuatro Ciénegas?

Los habitantes de las regiones desérticas y semidesérticas del mundo entero, y en nuestro caso, de Coahuila, deben cuidar el agua como preciado tesoro. Y este tesoro es mucho más valioso cuando los recursos hídricos constituyen verdaderos sistemas fósiles, con una prosapia que se remonta millones de años. Cuatro Ciénegas constituye un verdadero patrimonio de la humanidad, con más de 70 especies originarias de su valle. ¿por qué los empresarios laguneros no invierten en Cuatro Ciénegas como zona turística captadora de divisas, como una especie de "Jurassic Park"? ¿vamos a vender nuestra inmemorial herencia por un plato de lentejas? ¿vamos a repetir el desastre que causamos en la Comarca Lagunera?

viernes, agosto 04, 2006

¿Mercado negro del agua?

Según informa cierto diario local, Pedro Vázquez Rodríguez —presidente de la Cámara Agrícola y Ganadera de Torreón— reconoció que en México suele existir colusión entre los encargados de los distritos de riego y los pequeños propietarios. Ésta consiste en proporcionar a los agricultores mayores volúmenes de agua que aquellos a los que tendrían derecho.

Desde la colonización de la Comarca Lagunera a finales del siglo XVI, el agua ha sido percibida como un elemento de producción y de riqueza. Su uso en actividades económicas agropecuarias e industrio-artesanales altamente redituables favoreció el surgimiento de un mercado del agua que se encuentra ampliamente documentado. En este sentido, el modelo lagunero de comercialización del agua se adelantó por siglos al resto de la Nueva España.
En Parras, capital espiritual y cultural de La Laguna, el agua se podía vender como un mero insumo, sin generar ni transferir derechos periódicos ni perpetuos a su uso. Se vendía lo que se requería para un riego, nada más. Pero aunque bastante original en Nueva España, esta era una práctica perfectamente enmarcada en la legalidad de su época.
Creemos bastante difícil que en las zonas agropecuarias de la jurisdicción de nuestro municipio exista un mercado negro del agua —dados los mecanismos de control— pero si existiera, sería muy lamentable en la medida en que implicara abuso de las autoridades responsables, actos de corrupción y falta de sensibilidad ciudadana.

jueves, agosto 03, 2006

Señales

Tras cuatro días de bloqueos y caos vial deliberadamente producidos por los campamentos perredistas en la ciudad de México, López Obrador sigue enviando señales negativas urbi et orbi (como dicen en Roma, “a la ciudad y al mundo”).

Para alguien que invoca constantemente el pensamiento de Benito Juárez, se ve bastante mal que parezca no comprender que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Mientras fungió como regente de la ciudad de México, López Obrador puso en vigor su célebre “bando número 13”, cuyo objetivo era el de evitar desquiciamientos viales por marchas y plantones como los que ahora propicia. Pero el derecho ciudadano al libre tránsito, garantizado en la constitución y en ese bando 13, parece no importarle en realidad.

¿No es esta una manera de desacreditarse por incongruencia? ¿no se da cuenta de que se le percibe como un sujeto voluntarioso que hace uso discrecional de las leyes, es decir, que toma solamente lo que le conviene de ellas? Mientras tanto, sus bonos políticos van a la baja. Mucha gente que votó por López Obrador se encuentra arrepentida al contemplar el actual escenario político nacional. Esto podría corroborarse con una encuesta. La causa de López Obrador es ahora menos legítima (tiene menos apoyo popular) que hace un mes, porque, a pesar de las marchas multitudinarias, existe bastante desencanto en torno a su capacidad como estratega político. Y esto es particularmente cierto en el Distrito Federal, donde la gente común y corriente, perredistas o panistas, están pagando la factura de las movilizaciones y bloqueos viales.

Podemos afirmar que López Obrador está deteriorando la viabilidad histórica y credibilidad política de la izquierda mexicana. Está gastando su pólvora política en infiernitos. A partir del próximo primero de diciembre, ningún presidente podrá gobernar ignorando los intereses de las personas que votaron por una mejor calidad de vida (porque eso es lo que López Obrador representaba para ellos), ni tampoco podrá gobernar a espaldas de la iniciativa privada que genera empleos y riqueza. El nuevo presidente debe ser —dentro de los marcos legales— un negociador hábil, alguien que sepa crear armonía donde existan conflictos de interés entre los diversos sectores de la población, un servidor de todos los mexicanos. Y en este sentido, las cartas credenciales que ha dejado ver López Obrador, la verdad, dejan mucho que desear.

martes, agosto 01, 2006

Compás de espera

A partir de hoy, el municipio recogerá la propaganda utilizada por los partidos políticos para promover a sus candidatos. A un mes de las elecciones, el Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal no ha calificado la transparencia del proceso de sufragio del dos de julio próximo pasado ni ha proclamado ganador para el cargo de presidente de la República. En cambio, en un tenso compás de espera, estudia y conoce de las impugnaciones que el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional han realizado ante dicho tribunal.
Para añadir presión a sus demandas, López Obrador convocó el domingo 30 de julio a una “tercera asamblea informativa” en el Zócalo, y al parecer logró reunir más de un millón de personas. No dan buena impresión estos aspavientos poselectorales, ya que López Obrador pareciera querer influenciar la decisión del TEPJF con desplazamientos multitudinarios, bloqueos de tráfico y campamentos permanentes. Cuando los generales romanos deseaban “influir” en las decisiones del senado, bastaba con que llamaran a sus legiones hacia la capital. Su presencia solía ser muy “persuasiva”.

Sería una muy buena señal de madurez política si López Obrador deja de alardear y de jugar con un fuego que se le puede salir de control. Es tiempo de que piense en su compromiso con el bien común, el bien de todos los mexicanos, no solamente el de los que votaron por él.